sábado, 30 de julio de 2011

Esos nombres, esas huellas.


La relación que tenemos con ciertos autores, libros, o diversas obras es interesante. Forman parte de nuestra biografía. Desde las primeras lecturas que nos marcaron en la escuela, hasta los que llegaron a nosotros por curiosidad, todas han dejado sus huellas. A veces imperceptible. Otras con más fuerza. La lectura de ciertos autores moldea la manera en que vemos el mundo. Aunque pasen de ser nuestros autores preferidos a los más criticados, cuando llegaron a nuestra vida, por distintas razones, impactaron nuestra vida.

En estos momentos, por el proyecto académico en el que estoy, Walter Benjamin, Cornelius Castoriadis, Mijail Bajtin, Michel Foucault y Axel Honneth son mis autores de cabecera. Parecen bien distintos, pero todos me dan la misma posibilidad: pensar en sujetos autónomos que conquistan esa autonomía en la relación con quienes forman parte de su mundo vivido. La alteridad, como la definen los filósofos.

Por intuición llegué a ellos. Al principio sin entender gran parte de lo que decían. De pronto, una frase que sonaba a respuesta de alguna pregunta que me rondaba en la cabeza antes. En otro momento, una pregunta que movía las certezas sobre respuestas que daba por cerradas. En fin, con ellos he ido tejiendo una relación especial en la que ciertamente entiendo más lo complejo que es vivir. A veces con respuestas, a veces con preguntas, pero siempre con la intuición que el mundo es obra nuestra y que nuestro paso en él es participar en darle forma. Nunca solos, siempre en compañía.

En algún lugar leí que la experiencia de verdad revelada, siempre móvil, siempre transitoria, producía una sensación de placer y paz en el que el instante parecía eterno. Es cierto, eso me ha pasado con estos personajes. En este "post" rindo homenaje a ellos.

En este espacio quiero agradecer a Castoriadis, por mostrarme la posibilidad de crear un mundo nuevo, autónomo y bello; a Benjamin, por recordarme que nuestro presente tiene una deuda con las esperanzas de nuestros antepasados; a Bajtin por indicarnos que el mundo vivido lo escibimos todos los días en un gran diálogo social tejido con las voces, los silencios y los ecos de voces pasadas y futuras; a Foucault por alertarnos que todos tenemos un poder y debemos ser responsables de él; a Honneth porque confía en que las luchas individuales y sociales por el reconocimiento nos abren un horizonte de mayor libertad y justicia.

Mi brindis de hoy va para ellos y su obra. En ese brindis está implícito mi agradecimiento a todas las lecturas, pláticas, música, películas, paisajes que me han llevado a ellos. También tienen nombre propio. Seguro en otros "post" les rendiré el homenaje que se debe a cada nombre, a cada huella.

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